Un burro se cayó en un pozo. Su dueño intentó sacarlo una y otra vez, pero no lo consiguió. Al final pensó: «Aunque con mucho esfuerzo consiga sacarlo del pozo, este burro ya no será capaz de trabajr. Será mejor que tape el pozo.» Con ese fin contrató a unos obreros y regresó a casa.
Al cabo de un tiempo oyó un rebuzno triunfal. Cuando miró por la ventana, vio a su burro volviendo a casa. ¿Qué había sucedido? Cuando los obreros echaban paladas de tierra al pozo, éstas caían encima del burro, que se la sacudía y subía sobre ella. De esta manera se iba sacudiendo toda la tierra que le iban echando y seguía subiendo sobre el montón de tierra. Así llenaron el pozo y el burro salió de él.
De igual manera la gente puede arrojarnos tierra de palabra o de obra. Debemos sacudírnosla sin sucumbir a la desesperación. Entonces podremos salir victoriosos del pozo.
